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domingo, 30 de octubre de 2022

Centenario del nacimiento de Don Claudio Buffevant

Hoy cumpliría 100 años nuestro querido CLAUDIO BUFFEVANT, seguramente desde una estrella nos estará guiando y marcando el rumbo para mantener por la buena senda a la Asociación Orígenes.

Siempre recordamos su hombría de bien, su empuje, su optimismo y su legado de bregar por la difusión de la historia de nuestro querido Berazategui.

Aquí les compartimos las tapas de los tres libros que escribió y editó la Asociación Orígenes.













domingo, 14 de abril de 2019

La Banda

Compartimos con Ustedes, otro relato de Don Claudio Buffevant, de su libro "El Berazategui que viví II", editado por la Asociación Orígenes de Berazategui.

La Banda

Salvando la distancia en cuanto a trascendencia, pero muy cerca de mi corazón, está la banda que me acompañó toda la vida: ya que desde la infancia, en las fiestas escolares y en los desfiles, ejecutaban las canciones patrias.

Estaba integrada pro profesores que pertenecían al Cuerpo de Bomberos de Quilmes, además contaba con la participación de dos profesores de Berazategui: el Sr. Santiago Castelli, que ejecutaba el bombardino y el Sr. Pedro Ostellino, el trombón. La banda era invitada por la Comisión de Festejos Patrios, cuyos miembros más destacados eran Carmelo Milazzo y Alfredo Di Ambrosio. 

Como hecho anecdótico, que da un poco la idea de la vida que transcurría en el pueblo, por esos años, al mediodía, después del asado en "La Armonía", se jugaba un partido de fútbol, en lo que es hoy la plaza San Martín, y si había un gol se celebraba con acordes musicales.




domingo, 3 de junio de 2018

Pastore

Compartimos con Ustedes otro relato de Don Claudio Buffevant, publicado en "El Berazategui que viví II", editado por la Asociación Orígenes de Berazategui".

Los acontecimientos que paso a contar están relacionados con anécdotas de la vida de Don Luis Pastore.
Se casó en el año 1927 con Eva Carassale, hermana del Sr. Justo Carassale, quien en 1923 fundó el primer periódico de la zona "La voz de Berazategui". Don Luis instaló en ese mismo año un almacén y restaurante en Villa Tiscornia.
En la fábrica Rigolleau había mucho trabajo. Italianos, paisanos de Don Luis, eran diarios clientes, que según su hijo Néstor, llegaron a ser veintisiete. Los pescadores también frecuentaban el negocio.
Comentaba Don Luis, que para jugar al truco, lo que tiene más valor es el as de espada, pero él tenía bajo el mostrador el as de basto que no era precisamente un naipe, sino un garrote por si surgía algún problema.
Era muy aficionado a buscar hongos en el bañado. Estos se encontraban en cantidad en los días húmedos de otoño. Se podían consumir tranquilamente pues él era un gran conocedor.
Néstor acompaña el recuerdo con lo suyo. El juntaba en el río flor de zapallo, para hacer tortillas.
Don Luis continuó atendiendo el local hasta los años cuarenta.

viernes, 9 de febrero de 2018

Balengo

Compartimos con Ustedes otro relato de Don Claudio Buffevant, titulado "Balengo", publicado en "El Berazategui que viví II", editado por la Asociación Orígenes de Berazategui.

Balengo

Balengo era uno de los pescadores más viejos que trabajaba con las redes de las pesquerías de Berazategui. Ya por su edad no entraba al río de a caballo, sino que era el encargado de llevar los sábalos a la fábrica con un carretón.

En su pobre vida, lo más preciado que tenía era un lindo recado; era un hombre muy de a caballo, peso que le sobraba lo ponía para adornar su recado que lucía todos los domingos, cuando iba al pueblo.
Durante la sudestada de abril de 1940 quiso salvar su recado y bajó de su casilla. La creciente los llevó a los dos. Lo encontraron enganchado en los alambrados, con el rebenque aferrado en su mano derecha, muerto por el frío de esa terrible noche de abril.

Terminó sus días igual que otros dos ancianos costeros, Don Esteban y Don Gaona que sufrieron la misma suerte o desgracia.



jueves, 23 de noviembre de 2017

Los canaricultores

Compartimos con Ustedes otro relato de Don Claudio Buffevant, publicado en "El Berazategui que viví 2", editado por la Asociación Orígenes Berazategui.

Los canaricultores

Hace muchos años que los canaricultores de Berazategui hacen exposiciones y concursos. Son muchos los criadores. Pero se perdió la costumbre de tener canarios en las casas de los barrios como antiguamente se hacía. Lo notable era cuando a algún vecino se le escapaba uno. El alboroto que se armaba en el barrio, porque todos decían ser el dueño y se lanzaban a la caza con distintos medios, como ser: baldes con agua, sifones. La persecución era un carnaval. Los chicos más inocentes los corrían con un puñado de sal para ponerle en la cola, los más grandes con la gomera para tirarle, pero no con una piedra sino con carbón, para agarrarlo vivo. Al final de tantos baldes de agua y sifonazos, el pobre canario caía sin poder volar y el que lo agarraba se convertía en su nuevo dueño.


domingo, 1 de octubre de 2017

Pesos pesados

Compartimos con Ustedes otro relato de Don Claudio Buffevant titulado "Pesos pesados", publicado en el libro "El Berazategui que viví 2", editado por la Asociación Orígenes de Berazategui.

Pesos pesados

Una tarde de invierno después de capar y marcar, en el tambo de mis tíos, hoy campo de Barzola, luego de comer un cordero, vimos en el bañado un grandote corriendo a otro, cosa que nos llamó mucho la atención. A los pocos días me entero por un peón de los Campolo el motivo de aquella persecución. Sucedió que en la década del treinta a raíz de la famosa pelea de Firpo y Demsey, algunos muchachos, pesos pesados de Quilmes, entre los que estaban incluidos los Campolo, se entusiasmaron y como practicaban boxeo construyeron un cuadrilátero para practicar.
Los Campolo tenían el matadero cerca de donde hoy está el campo de aviación.
En las prácticas, la mejor parte la llevaba Victorio, porque era más grande. En un momento dado se ve que se distrajo y Valentín le pegó un gancho y lo durmió.
Fue así que cuando se recuperó, ¡lo corrió por el bañado!


Victorio Campolo - Portada Revista "The Ring" Año 1931

lunes, 21 de agosto de 2017

Las peras de "Bacha"

Compartimos con Ustedes otro relato de don Claudio Buffevant, publicado en el libro "El Berazategui que viví II", editado por la Asociación Orígenes de Berazategui.

Las peras de "Bacha"

Una mañana, como todos los días, fui a comprar el pan a la panadería "El Centenario". Era una de las primeras de San Salvador, pertenecía a la familia Folgueiro, que después vendieron a Rey, y a su vez cuñado de "Bacha", que es la persona a la que voy a hacer referencia.
Era muy buscavidas, tenía una chatita y había comprado la producción de las plantas de pera de los quinteros de la costa de Hudson. Tenía que juntarlas y pagar por planta. Me preguntó si podía ayudarlo y le dije que sí. Al día siguiente, de mañana fuimos. Comenzamos por hacer una escalera para subir, había que fabricarla con troncos de álamos. De pronto nos dimos cuenta que teníamos competencia: eran los pájaros que comían las peras, parecían convocados en asamblea permanente. En mi imaginación, sentía a la calandria silbando, el pájaro carpintero golpeando el sauce como si fuera un bombo, apareció la ratona que humilla al hombre poniendo los huevos en los bolsillos de los espantapájaros y allí los incubaba. No faltaba el acomodaticio gorrión, para ver si podía sacar tajada. En tren de imaginar, estaba el colibrí con sus vuelos acrobáticos y el cardenal y el federal, con un emblema de sangre en la cabeza y pecho. Habiendo fabulado todo esto, le dije a Bacha que podríamos dejar veinticuatro peras maduras por planta para que no piquen las verdes. Con esto último lo convencí. Los pájaros y yo quedamos contentos.
Las plantaciones de peras estaban cerca del colegio y del camino; hasta el puente de hierro había más o menos 7 Km. Doy estos datos a raíz del apuro que pasamos la mañana que abocados a la recolección, decidimos poner al fresco quince peras. Eran de agua, comíamos a cada rato. 
Las consecuencias no se hicieron esperar.


sábado, 29 de julio de 2017

Don Augusto

Compartimos con Ustedes otro relato de Don Claudio Buffevant, publicado en "El Berazategui que viví II", editado por la Asociación Orígenes de Berazategui.

Don Augusto

Partiendo siempre de que en mis relatos trato de dar testimonios de hechos, casos y personajes del Berazategui que viví, no puedo pasar por alto, a un personaje: Don Augusto, que así se llamaba. Tocaba el acordeón.
No había casamiento ni cumpleaños donde su presencia no fuera requerida; pero era en la costa de Hudson, cuando los quinteros sacaban la uva para hacer el famoso vino de la costa, y hacían una pequeña vendimia. El, como buen catador, no podía faltar. Todo era una fiesta, se disfrutaba con los tangos, pasodobles y valses que ejecutaba con su instrumento. Su señora sabía que podían pasar tres o cuatro días, sin que Augusto volviera a su casa. Las actuaciones no las cobraba, ganaba vendiendo maní y lupines que llevaba en dos canastas, que pendían de un palo, cargado sobre su hombro. Cuando volvía de la costa, Don Augusto traía sus canastas llenas con verduras de temporada.
En mi memoria cuando recuerdo su figura con dos canastas y el palo haciendo equilibrio, poniendo un toque de humor, digo: parecía la representación de la justicia.

domingo, 7 de mayo de 2017

La Armonía

Compartimos otro relato de don Claudio Buffevant, publicado en su libro "El Berazategui que viví II", editado por la Asociación Orígenes de Berazategui

La Armonía

Cuando se formó la Sociedad de Socorros Mutuos "La Armonía", precisaban fondos para hacer el salón; el lote ya lo tenían. Se hizo una pista en el fondo, donde hoy está la iglesia.
Como mi tío Nicolás Daniele era de la comisión, mi primo Nicolás y yo, preparábamos paquetes de caramelos "Georgalos". Estos eran unos caramelos grandes rellenos que venían presentados de forma que había que fraccionarlos, porque las bolsas eran grandes. Como chicos golosos que éramos, cada tanto nos cobrábamos una comisión, junto a los famosos chocolatines Kelito, que eran parte de los premios que se otorgaban en las kermesses.

Estas se hacían bajo una linda arboleda. Los sábados y domingos no faltaba la "ruleta", el "tiro al blanco" y otros entretenimientos, las famosas "romerías españolas" y algún espectáculo de boxeo. Acá teníamos a Luis "Globito" Perez que era campeón liviano.
Todo lo relatado se efectuaba en la pista y como queda dicho, la finalidad era recaudar fondos para la construcción del salón. Hecho que ocurrió del 29 al 30. A partir de ese momento, todo acontecimiento de relevancia se hacía en ese salón. Llámese teatro, boxeo, y los famosos bailes de la década del 40. Allí se floreaban los hermanos Cónsola, los Chilleme, los Bauzo, los Fedele, Adamo, "Tierrita" Romano, Mario Leanza... Estos dos últimos, si no habían ido a colarse a algún casamiento, porque tenían esa especialidad.
Al poco tiempo se construyó enfrente, el bar "El Trébol". Esto dio lugar a muchas anécdotas, ya que la muchachada en los intervalos se reunía en la puerta del bar. 
En una ocasión el salón lo había alquilado el Sr. Bermejo para hacer bailes y en la puerta controlaban las entradas y daban la contraseña. La muchachada corta de plata se las prestaban para ir a bailar un poco cada uno.
Una noche, en un momento dado, Cuqui Bello suplantó un rato al portero, llegó un muchacho que al no tener tarjeta Cuqui no lo dejaba entrar, y el desconocido le dijo: ¿vas a cantar vos pibe?
¡Era Fiorentino!


miércoles, 1 de febrero de 2017

El boliche de Don Emilio

Compartimos con Ustedes otro relato de don Claudio Buffevant, publicado en su libro "El Berazategui que viví", dedicado a los antiguos boliches de la zona. 

El Boliche de Don Emilio

A comienzos de siglo, había en San Salvador, un boliche muy concurrido, venían los pescadores, también los belgas, los austríacos y franceses que trabajaban en Rigolleau. 


En ese tiempo había muchas bebidas prohibidas; "ajenjo", "pernot", "suisé", todas atacaban la cabeza y les provocaban temblores. 


El dueño era un francés, se llamaba Emilio, según me contaron mis tíos; era un hombre grandote y cuando alguno se emborrachaba y ocasionaba algún problema, lo tomaba del cuello y de la parte trasera y lo tiraba al medio de la calle. Menos mal que en esos tiempos las calles eran de tierra. Tenía una clientela que tomaba mucho. Los belgas eran unos cuantos y uno de ellos era un borracho perdido. Un día fueron al río a comer un asado y el más borracho de todos se ahogó en un charco de agua. Los demás no sabían qué hacer con el ahogado, no conociendo las reglas del cementerio, lo cargaron en un carrito y lo llevaron para enterrarlo. Cuando llegaron con el finado, las autoridades del cementerio llamaron a la policía y los metieron a todos presos.
El frente de este boliche ubicado en la calle 147 entre 12 y 13, todavía se conserva. 

lunes, 18 de julio de 2016

La huelga del 13

Compartimos con Uds. otro relato de Don Claudio Buffevant, publicado en su libro "El Berazategui que viví II", editado por la Asociación Orígenes de Berazategui.

Como todo pueblo, Berazategui sufrió crisis generales, pero en 1913 fue local. Los obreros de Cristalerías Rigolleau estaban en huelga. 
Por lo general eran familias numerosas, pero gracias a la solidaridad de algunos vecinos como Don Manuel Alonso que era capataz en una de las redes de pesca, iba personalmente a las reuniones que se hacían en el salón "Oficios Varios". Hoy todavía está, pero abandonado en la calle 11 entre 147 y las vías, les ofrecía que fueran al río que les daba pescados gratis. Lo mismo pasaba con los cinco o seis mataderos que en esos tiempos había en el pueblo, les regalaban las achuras.


Sr. Juan Manuel Alonso, capataz en una de las redes de pesca en la costa de Berazategui
Imagen cedida por su nieto Sr. Daniel Alonso

La crisis del ´30 fue general. Allí empezó el uso de la libreta de tapa negra donde los almaceneros del barrio anotaban los fiados. Pagaban cuando cobraban.
En esos momentos al igual que en la huelga del 13, la gente iba al río a buscar pescados y habiendo pescadores como Tomás Tabieres, no venían con las manos vacías.


Camino a la portería de Cristalería Rigolleau, aún de tierra


Salón Oficios Varios



sábado, 21 de mayo de 2016

Los canillitas y las noticias

Compartimos con Ustedes otro de los relatos de Don Claudio Buffevant, publicado en su libro "El Berazategui que viví II", editado por la Asociación Orígenes de Berazategui.

Los canillitas y las noticias

Al caer la tardecita o llegar la noche, sobre la barrera de la calle 14, los protagonistas eran los canillas que traían de la Capital en tren, los diarios; aún no existía la televisión. Todas las noticias llegaban por esa vía, eran muchos los vecinos que iban a comprar Crítica sexta.
Los canillas de esos tiempos eran los hermanos Teruelo. Uno de ellos venía en el tren y el otro lo esperaba en la barrera, al pasar despacio le tiraba el bulto de diarios para ganar tiempo, y tras el bulto se tiraba Julio, que era el que venía con los diarios.
Había mucha competencia, ya que eran varios los diarios que se vendían, sobre todo la sexta. En la Estación también esperaba Silveira, viejo canilla de Berazategui.
Esa edición traía gran material, se había profesionalizado el fútbol y en boxeo se promocionaban las peleas que de lunes a sábado se realizan en el Luna Park.
Las noticias policiales acaparaban grandes titulares, los crímenes del petiso orejudo, las andanzas de "Mate Cosido" o el muy lamentable crimen del joven Abel Ayerza, se novelaban por mucho tiempo. En política el tema era la rivalidad entre conservadores y radicales, era el tiempo de la triste expresión "ya votó", subestimando la opinión de los votantes.
Algo que olvidaba y es para tenerlo en cuenta, es el hecho de que en 1922, en la propiedad ubicada en 14 y 147, se instaló la farmacia del Sr. Manuel Roca, aún existe el edificio y allí en 1937 se distribuía el periódico "Clarín", de entrega mensual y gratuita.


Monumento al canillita, en Montevideo (Uruguay)


Monumento al canillita en Berazategui, obra del artista local Martín Castro, ubicado en el Paseo de las Artes, esquina de las calles 148 y 12. Fue inaugurado en 2010 por el Intendente Municipal Dr. Juan José Mussi y el Secretario Gral. del Gremio de los Canillitas y Diputado Nacional Omar Plaini.


Dicho monumento fue dañado por vándalos, y fue reemplazado en 2015 por esta nueva obra.






sábado, 13 de febrero de 2016

La barrera

Compartimos con Ustedes otro relato de Don Claudio Buffevant, publicado en el libro "El Berazategui que viví II", editado por la Asociación Orígenes de Berazategui

La barrera

Cuando en 1872, se inauguró la Estación de Berazategui, fue obligado trámite la colocación de una barrera a unos 100 metros y allí me instalaron. La calle era de tierra, a treinta metros estaba la casa del tambo de Don Pedro Bassaber, y su hija Margarita; con una hermana, me cruzaban para ir por la vía a la escuela que estaba en San Francisco, las acompañaba un ñandú que siempre volvía solo.

Fui testigo de todos los acontecimientos que marcaron la transición, primero aldea, luego pueblo y después ciudad.

Un día me cruzaban carretas, eran las últimas. De a poco fui conociendo a todos los cocheros de la estación. Recuerdo que por aquel tiempo y dos veces al año, el tropero Don José Barragán, con un buen caballo, unos perros ovejeros y un peoncito, me cruzaban llevando el gauchaje de cientos de terneros del tambo de Don Bassaber.

No fui ajeno al imprevisto espectáculo que significó la nieve, un sábado, el 22 de junio de 1918, nos tomó de sorpresa a todo el pueblo. Por el contrario, algo que no me llamaba la atención, era sentir los petardos que anticipaban el paso del tren en las mañanas o noches de niebla. Así eran de precarios los medios de comunicación.

Don Manuel Alonso, trabajaba de capataz en una red de la pesquería de la costa. Lo veía pasar seguido con un carretón sabalero, lleno de leña para su casa.

Todos los días me cruzaban los primeros tamberos que se dirigían a la Estación llevando seiscientos tarros de leche, cuyo destino era Buenos Aires. En 1929 la novedad llegó hasta mi, ¡El asfalto!

Fue motivo de mi curiosidad el primer camión que transportaba verdura. Era de Don Juan Porfiri y su destino el mercado de Abasto.

Para mi no todo era alegría, un día fui testigo y presencié la muerte del vecino Benavente, por la policía, por cosas del momento.

Había días en que recibía una compañía insólita, chivas que un vecino criaba y que venían a comer el pasto que crecía a orillas de las vías. También cruzaban y me divertían los paveros arriando los pavos, que eran vendidos para las fiestas de diciembre.

Aquellos carros cargados con mimbre, que con tanta carga, casi me rozaban por su altura al cruzar.
Era mucha la gente que pasaba para comprar manzanas baratas que vendían en vagones que llegaban de Río Negro y se estacionaban cerca mío.

Vi caer en 1932, una lluvia de cenizas cubriendo las vías, las calles y casas, formando una capa de considerable espesor que procedía de un volcán chileno.

Mi compañía natural era el Sr. Doves que estaba a cargo de la garita. Tenía señora e hijos. Costeando las vías plantaba verdura y flores: los junquillos que por muchos años vi salir y florecer, eran los bulbos enterrados que seguían saliendo. En el 37, me levantaba y bajaba canturreando unmuchacho que le decían el Tanito. con el tiempo fue el Tano Alberto Marino.

En 1938 vi por primera vez pasar la barrera al colectivo Nro 1, el Blanquito. Aunque no me cruzaba en 1944, el 12 de octubre fue la parada del Expreso Ranelagh, el punto de partida del recorrido.

Me fui acostumbrando a hechos sorprendentes, como ver a tres o cuatro caballos esperando que me elevara para pasar, eran de Ranelagh y los traían a herrar o desvasar a lo de Valentín Herrero y si no venían a buscarlos, los largaban.

Quiero expresar todas mis experiencias, de allí los saltos en el tiempo, pero hay algunos insoslayables.

Corría el año 1960 y ante mi sorpresa me cruzó una caravana de autos, camiones, bicicletas, con bulliciosa muchachada y ciudadanos de todas las edades con  banderas. Los guiaba una ilusión, concretar el  de autonomía de Berazategui. El viaje no fue en vano, al poco tiempo, me convertí en la barrera de la calle 14 de la ciudad de Berazategui.

En mí, terminaban los corsos y con ellos las parejas que habían comenzado a tratarse, combinaban sus próximos encuentros. ¡Hoy serán abuelos! Es posible que el organillero con su cotorrita les hablara de su suerte. También me llegaba la algarabía de los días patrios que se festejaban con gran júbilo y a los que adhería todo el pueblo.
Siempre fue una vida entretenida y no siempre agradable, Pero fui testigo de todos, todos los acontecimientos, buenos y malos. En tiempos en que los médicos salían de noche, en crudas noches de invierno, después de pasar el tren, me levantaba y solía darse que el coche que estaba esperando, no pasara, el que estaba al volante se había quedado dormido y el profesional dormido podía ser el Dr. Mario Di Yorio, Federico Torres o el Dr. Juan Greco.

Mi vida era plena de estampas. Como en un tango. No faltaban el farol, la niebla, los cocheros, los canillitas, la ronda del vigilante, tierra y asfalto, las chicas con su vestido de percal.

¡Sí, todo era como un tango!


domingo, 13 de diciembre de 2015

Los camalotes

Compartimos con Ustedes otro relato de Don Claudio Buffevant, titulado "Los camalotes", y publicado en "El Berazategui que viví I", editado por la Asociación Orígenes de Berazategui.


Los camalotes

Cuando crece mucho el río Paraná, entran en el Río de la Plata, grandes cantidades de camalotes, llegan casi hasta la Bahía de Sanborombón. Un día en la década del 30, el río parecía un bañado por la gran cantidad de camalotes; los había grandes y chicos, pero todos unidos. 



En uno vino un lagarto como de un metro y medio de largo. Lo cazaron los pescadores y lo llevaron a la pesquería de Rolando. Lo pusieron en un tacho que se usaba para cocinar pescados, y allí estuvo en exhibición mucho tiempo. En otro camalote vino un monito, todo eso era gracioso, pero lo peligroso eran las víboras yarará, que también venían. Un día mi tío arreaba las vacas en el bañado entre la paja brava, y el caballo pisó una, casi lo pica. Las víboras generalmente son mansas, si no son molestadas no pican. En la costa y en el bañado de Berazategui, rara vez se ve alguna, únicamente por esas circunstancias, cuando bajan del Paraná.


Una vez quedó varado en la costa un camalote como de dos hectáreas, parecía un pedazo de isla que se había desprendido. A los caballos no los podían hacer arrimar, se asustaban, no por lo que veían, sino por el olor que despedían los animales y reptiles que habían estado sobre él. Los caballos sienten el mismo temor cuando pasan frente a un circo con animales salvajes.



sábado, 10 de octubre de 2015

La vaca enterrada

Compartimos con Ustedes otro relato de Don Claudio Buffevant, titulado "La vaca enterrada", publicado en el libro "El Berazategui que viví II", editado por la Asociación Orígenes de Berazategui.

La vaca enterrada

Era pleno verano y estábamos de vacaciones. Raúl Rosello, Rodolfo Pérez, Claudino Santanchini, Lito Borselli, el Negro Ezquieta y yo. Decidimos ir a acampar unos días al río. Salimos rumbo al Arroyo de las Nutrias con unas lonas que usábamos para transportar las cosas, y si llovía, nos servían de protección. Poco antes de llegar al arroyo, los ladridos de unos perros, nos llamaron la atención, nos arrimamos para ver de dónde venían. 
Encontramos una vaca enterrada en el barro blanco, justo donde terminaba la rompiente, cuando el río crecía. El pobre animal estaba enterrado hasta el cogote. Quisimos sacarla pero fue imposible. El peligro era que si el río crecía, seguramente la taparía.


Fuimos a pedir ayuda a los pescadores, pero tanto Rolando como Altieri estaban tirando las redes. Nos quedaba como recurso ir hasta el tambo de Cruz. Allí encontramos a Vidal que tenía una yegua muy buena y fuerte, a la cual llamaba Elsa.
El hombre tomó un lazo y nos acompañó. Se lo colocamos alrededor del cuello y la yegua comenzó a tirar. La vaca no se movía y el riesgo era descogotarla. Con una pala nos pusimos a cavar. Logramos ubicar el lazo en el cuarto delantero y así pudimos sacarla. Cuando salía, parecía que la tierra la estaba pariendo. El animal pudiera ser de cualquiera, porque era todo campo abierto y no tenía marca.

Seguimos muy contentos hasta el lugar elegido para acampar. Estaba ubicado donde más tarde construiría el rancho Fermín Molina. Tenía una caballada y una red para pescar. Estábamos bien allí, porque del otro lado del arroyo, se encontraba la quinta de Contamusa, que tenía frutales y viña, Eso nos permitía aprovisionarnos de alimentos al bajar el río.

Esa misma tarde vimos que se nos acercaba un hombre de a caballo. Era Don Robustiano Acuña, delegado municipal. La vaca resultó ser de él, nos venía a agradecer y a darnos unos pesos.
Por unos días no necesitábamos vivir de la caza y de la pesca.

martes, 29 de septiembre de 2015

Mi paso por Rigolleau

Compartimos otro relato de Don Claudio Buffevant, titulado "Mi paso por Rigolleau", y publicado en el libro "El Berazategui que viví II" editado por la Asociación Orígenes de Berazategui

Mi paso por Rigolleau

Mi paso por Rigolleau me dejó alegrías y tristezas. Entré en el año 1940 en la Sección Vidrio Blanco. Llevaba el "archa" a dos oficiales, uno era Amoribello y el otro Urlanga. Uno, con la caña sacaba vidrio del horno y lo ponía en el molde, y el otro lo prensaba. En términos vidrieros eran un sacador y un prensista.

Mi trabajo era el de llevar el "archa" que consistía en llevar lo prensado, que podían ser vasos, potes o cualquier otro producto al archa, que era un horno, poniendo el producto en una cinta de tejido de alambre que conducía hasta el otro extremo. Con ese procedimiento quedaba la pieza templada y no reventaba.

Era penoso hacer ese trabajo, les pagaban por piezas, el archa estaba a unos veinte metros de los oficiales y agravado porque trabajaban a destajo. Terminaba las ocho horas escaldado por lo caminado y por el calor. Lo mío no era nada, lo sentía por los menores que hacían el mismo trabajo.
Hay un testimonio de esos años en una foto sacada en la misma sección, que se muestra en el Museo Histórico y Natural de Berazategui, donde se aprecia a los chicos con pantalones cortos.

En ese tiempo no había sindicalismo; por eso el abuso. Pero cuando lo tuvimos, les voy a contar lo que pasaba. Era más o menos entre el cuarenta y el cincuenta, después de pasar por "Vidrio Blanco", entré al taller de producción. En ese tiempo Rigolleau contrató a un maestro francés para que los hijos del personal aprendieran mecánica en forma gratuita, al maestro lo llamaban "Caballo de Bolsa" por lo alto y encorvado. En esos años habían cambiado tantas cosas que si un capataz miraba de reojo a un delegado podía haber un paro, lo notable era que a esos paros también se adherían los aprendices.

En los años que trabajé en el taller, lo que más me conmovió, fue que una mañana Don Jorge Batuello, un italiano de Alta Italia, que era jefe nuestro, vino con el diario y trajo la noticia de que el "polaco", la noche anterior, se había matado con la moto en el río de Quilmes. Era un hombre muy querible. Tanto era así, que un amigo calabrés se golpeaba la cabeza en la pared. Allí afloró la idiosincracia de los que trabajábamos con el polaco. Como era herrero hacía tijeras para cortar vidrio, para cercos, cuando los amigos se lo pedían.
Un viejo alemán le encargó una, cuando se enteró que se había matado lo primero que dijo fue: "Atogante", no terminó "tijega".
Nosotros los muchachos argentinos, conociendo la vida que hacía, como la noche del accidente que venía de un boliche que tenía un paisano, con la tristeza que nos dio su muerte, nos quedó como conformidad decir: ¡quién le quita lo bailado!
Estos son los detalles de mi vida en Rigolleau.





lunes, 7 de septiembre de 2015

Los maizales

Compartimos otro relato de Don Claudio Buffevant, titulado "Los maizales", publicado en el libro "El Berazategui que viví II", editado por la Asociación Orígenes de Berazategui.

Los maizales

Los muchachos del cuarenta no necesitábamos mucho para disfrutar del espectáculo que la naturaleza nos brindaba.

En Berazategui, donde hace poco pusieron la piedra fundamental del hospital público policial, había varias hectáreas de maizales, con la consiguiente variedad de pájaros.

Los que me llamaba la atención eran las bandadas de mixtos. No es exagerado decir que tapaban el sol.


Cuando levantaban vuelo parecían una ráfaga de viento trayendo sus finos trinos. Qué notable ver entre miles, a uno extraño que era bien recibido por la bandada: eran canarios. Lo pintoresco era cómo se distinguían de los mixtos que son amarillos, parecía uno de ellos albino. Cuando los mixtos se juntaban, hacían sus nidos en el campo. 
Era fácil encontrarlos, porque salían volando con dificultad, como tullidos por estar tanto en el nido. Nos daba pena ver que casi todos los nidos tenían huevitos de renegridos.
Un domingo salí temprano para ver las bandadas. Cuando llegué me encontré con tres hombres, que cerca del maizal habían puesto una red con guía. Cuando pasaba la bandada lo hacían volar y los pobres inocentes caían bajo la red. Así agarraban cientos, algunos bien amarillos otros más claros, para ellos todos eran iguales, los mataban retorciéndoles el pescuezo. Con la pena de ver eso con mis doce años, les pregunté por qué los mataban y me contestaron, para hacer polenta. Pasaron sesenta y cuatro años de ese crimen, me acuerdo como si fuera hoy.

Días pasados conversando con los hermanos Farela, quienes en esos tiempos tenían la quinta frente al maizal, comentábamos que habían desaparecido los mixtos y las cachirlas; por los depredadores como el hombre y los renegridos. Eso sí, de ellos, cada día hay más, vienen a dormir al pueblo.
Del otro lado del maizal, había una hilera de viejas higueras con variedad de clases que los muchachos y chicas las disfrutábamos. Haciendo un poco de historia, ese campo a fines del siglo XIX, había sido tierra del Coronel Julio Campos, que el sábado 26 de julio de 1890 fallece, víctima de la Revolución.

Volviendo al tema, si bien las higueras no eran nuestras, era lo mismo, porque los actuales dueños eran tan benévolos, que parecía campo abierto. Cualquiera podía, sin permiso, cazar, ranear o cortar cardos. Tenía trescientas hectáreas hasta el río. Los cazadores debían respetar el no tirar cerca de las vacas lecheras, cerca o arriba de las parvas que tenían chapas ya que por la chispa de los perdigones podían prenderse fuego.

Volviendo a las viejas higueras, recuerdo que en ese tiempo, los curanderos de turno decían que marcando en el tronco el pie en que estaba la hernia, se curaba. El proceso era poner el pie del lado saliente y con un cuchillo filoso cortar la corteza con la forma del pie. La creencia era que cuando se unía, la hernia se curaba. No solo sufrían esas agresiones, más de una de ellas estaban dañadas por rayos; al estar el pararrayos en la chimenea del edificio de Obras Sanitarias, algunos no llegaban y caían sobre ellas.
En el 1936, de noche, una centella fulminó ocho vacas lecheras cerca de las higueras.


viernes, 7 de agosto de 2015

El tren de los cazadores

Compartimos con Ustedes otro relato de Don Claudio Buffevant, publicado en su libro "El Berazategui que viví II", titulado "El tren de los cazadores".

En la década del treinta, a las siete y treinta, pasaba el tren que iba a Pipinas y llegaba a las diez treinta hs. 


Me acuerdo que lo llamábamos el "tren de los cazadores", porque el vagón de carga se llenaba de cazadores junto con sus perros.


Pasando La Plata las estaciones intermedias eran Circunvalación, Elizalde, Arana, Correa, Bavio, Payró, Vieytes, Jonte y otras, hasta llegar a la de Pipinas.


Era zona de tambos, por lo tanto, perdicera, los cazadores para encontrar perdices no necesitaban caminar mucho. Bajando en esas estaciones, siguiendo la vía, ya podían cazar.

Cuando regresaban los cazadores a Berazategui, siempre había alguno esperándolos, además de curiosos para ver el resultado de la jornada. No faltaba algún vanidoso que bajaba con la cogotera llena de perdices y alguna liebre de bandolera. 
Parecía que estaban en pleno campo, pero por respeto a las disposiciones, la escopeta enfundada. 
Otros iban en el mismo tren a buscar caracoles.
Esa zona era de mucha conchilla, por ese motivo los caracoles tenían las cáscaras duras y dentro de los caracoles los agarraban fácilmente.
Por lo general era para hacer una comilona, en el bar y restaurante "La Perla" de Don Eugenio Hernández. La cocinera era su señora, doña Rosa; los tenía varios días antes purgándolos con harina de maíz y después los hacía en una salsa de receta exclusiva. Quedaban muy ricos.


Otra particularidad con respecto a los trenes, los que tenían parada en Berazategui después eran rápidos a La Plata, hacían trasbordo y el tren que los llevaba a las estaciones intermedias era una diesel que llamábamos "La Chancha" por su forma. Un vecino de Hudson era muy gordo y no podía entrar por las puertas chicas.

viernes, 24 de abril de 2015

Juan Canaro en Berazategui

Compartimos otro relato de Don Claudio Buffevant sobre Juan Canaro, y sus visitas a la costa de Berazategui, publicado en "El Berazategui que viví I" editado por la Asociación Orígenes.

JUAN CANARO

Los que venían seguido a la costa de Berazategui, eran Juan Canaro y Carlos Pesce, uno músico el otro letrista. Demás está decir lo populares que eran en ese tiempo en el medio artístico. 



Iban a la pesquería de Rolando para ver si la proximidad del río, los inspiraba para componer algún tango.

Como en lo de Rolando había mucha gente y no tenían privacidad, se iban al recreo "La Joya"que se encontraba muy cerca. 

Otras veces venían en tren e iban al bar "El Trébol", de allí yo los llevaba al río en la amansadora.
A veces los acompañaba alguna "musa inspiradora".
Una tarde al volver del río, estando en el bar, Canaro me dijo: Poné la radio y sintonizá "Radio Porteña". Prendí la radio, y en ese momento el locutor anunció: "ahora van a escuchar a Juan Canaro y su orquesta". En ese tiempo todo iba en "vivo". La realidad es que en ese momento, Canaro, estaba en Berazategui. El bandoneonista, tal vez dirigía la orquesta.

No fue en vano venir a componer en la costa de Berazategui, porque compusieron un tango que fue muy popular "Copa de ajenjo".


Fue el tango que mejor cantó Azucena Maizani.



LETRA DEL TANGO "COPA DE AJENJO"

Suena tango compañero, 
Suena que quiero cantar,
Porque esta noche la espero,
Y sé que no ha de llegar.
Y en esta copa de ajenjo
En vano pretendo mis penas ahogar.
Suena tango compañero, 
Suena que quiero llorar.

Pensar que la quise tanto
Y embrujao por sus encantos
Hoy perdí la dignidad;
Soy un borracho perdido
Que en la copa del olvido
Busca su felicidad;
Son caprichos del destino
Que lo quiso una mujer,
Si está marcado mi sino
Quién sabe si ha de volver...
¡Pero yo la esperaré!...

Suena tango compañero
Como una recordación,
Si lloro porque la quiero
Son cosas del corazón.
Sirva otra copa de ajenjo
Que a nadie le importa si quiero tomar.
Porque esta noche la espero
Y sé que no ha de llegar...

Letra: Carlos Pesce
Música: Juan Canaro

sábado, 10 de enero de 2015

"Los patos" - Un relato de Claudio Buffevant

Estimados amigos: Compartimos con Ustedes otro relato de Don Claudio Buffevant, de su libro "El Berazategui que viví II", titulado: "Los Patos".

Era un 25 de Mayo, no me acuerdo si del año 1937 o 1938. Al salir el sol habían tirado las bombas de estruendo y a las 10:30 horas, los dos italianos, Alfredo De Ambrosio y Carmelo Milazzo, estaban en plena actividad en el salón "La Armonía". Había mucho movimiento porque cuando terminaba el desfile, la banda que lo animaba iba a comer un asado al salón. Frente a éste, en el café "El Trébol", había unos cuantos muchachos del barrio San Salvador y yo con ellos. Me asomaba a la calle y miraba el cielo. Lo hice varias veces. Me preguntaban por qué lo hacía y les respondí que iban a pasar unos patos volando. Lo tomaron a risa, y a los pocos minutos, ante el asombro de todos, pasaron. Me preguntaron como sabía que sucedería. Les dije que los había visto venir. No me creían porque hacía cinco minutos que miraba el cielo.
Al otro día, que era laborable, estaba mirando el cielo como el día anterior. Los mismos muchachos estaban en el café, con las canastas para el almuerzo de sus padres, que trabajaban en Rigolleau. Me preguntaron si iban a pasar nuevamente los patos, les contesté que ya venían y a los cinco minutos pasaron nuevamente. Creían que había adivinado nuevamente. Comenzaron a preguntarme qué número saldría en la quiniela.
Después de esto, les dije la verdad, días antes había ido al tambo de mis tíos y me dijeron que todos los días alrededor de las 10:30 hs. largaban una yunta de patos, pichones criollos, que volaban desde Ducilo hasta Rigolleau y volvían al campo. 
A medida que pasaba el tiempo, no lo pudieron hacer más debido al peso.