viernes, 24 de abril de 2015

Juan Canaro en Berazategui

Compartimos otro relato de Don Claudio Buffevant sobre Juan Canaro, y sus visitas a la costa de Berazategui, publicado en "El Berazategui que viví I" editado por la Asociación Orígenes.

JUAN CANARO

Los que venían seguido a la costa de Berazategui, eran Juan Canaro y Carlos Pesce, uno músico el otro letrista. Demás está decir lo populares que eran en ese tiempo en el medio artístico. 



Iban a la pesquería de Rolando para ver si la proximidad del río, los inspiraba para componer algún tango.

Como en lo de Rolando había mucha gente y no tenían privacidad, se iban al recreo "La Joya"que se encontraba muy cerca. 

Otras veces venían en tren e iban al bar "El Trébol", de allí yo los llevaba al río en la amansadora.
A veces los acompañaba alguna "musa inspiradora".
Una tarde al volver del río, estando en el bar, Canaro me dijo: Poné la radio y sintonizá "Radio Porteña". Prendí la radio, y en ese momento el locutor anunció: "ahora van a escuchar a Juan Canaro y su orquesta". En ese tiempo todo iba en "vivo". La realidad es que en ese momento, Canaro, estaba en Berazategui. El bandoneonista, tal vez dirigía la orquesta.

No fue en vano venir a componer en la costa de Berazategui, porque compusieron un tango que fue muy popular "Copa de ajenjo".


Fue el tango que mejor cantó Azucena Maizani.



LETRA DEL TANGO "COPA DE AJENJO"

Suena tango compañero, 
Suena que quiero cantar,
Porque esta noche la espero,
Y sé que no ha de llegar.
Y en esta copa de ajenjo
En vano pretendo mis penas ahogar.
Suena tango compañero, 
Suena que quiero llorar.

Pensar que la quise tanto
Y embrujao por sus encantos
Hoy perdí la dignidad;
Soy un borracho perdido
Que en la copa del olvido
Busca su felicidad;
Son caprichos del destino
Que lo quiso una mujer,
Si está marcado mi sino
Quién sabe si ha de volver...
¡Pero yo la esperaré!...

Suena tango compañero
Como una recordación,
Si lloro porque la quiero
Son cosas del corazón.
Sirva otra copa de ajenjo
Que a nadie le importa si quiero tomar.
Porque esta noche la espero
Y sé que no ha de llegar...

Letra: Carlos Pesce
Música: Juan Canaro

martes, 7 de abril de 2015

El ayer de San Francisco

Compartimos con Ustedes, otro relato de Don Claudio Buffevant, titulado "El ayer de San Francisco", aparecido en "El Berazategui que viví II" publicado por la Asociación Orígenes de Berazategui.

Para tomar la primera comunión, tuve que ir a San Francisco, a la iglesia Nuestra Señora de Luján, inaugurada en 1895.
En ese tiempo no había colectivos, hablamos del año 30 ó 31; mi recorrido para llegar a la iglesia era: cruzar la barrera de la 14, donde estaba la casa que más tarde sería el Politécnico, luego pasar la Estación, donde se encontraban los viejos cocheros, ya algunos motorizados con los Ford T, como Guillán, Castelano, el Inglés,el turco Elías y otros. Costeando la Rigolleau, ya estaba alertado que salía la máquina con los vagones a la calle, para entrar a las vías de la estación. seguía costeando la fábrica donde estaba la entrada al parque de la empresa. Ya en San Francisco, la actual calle 21, en la esquina del otro lado de la vía, estaba la vieja farmacia de Carbonell, edificio todavía en pie; frente a Rigolleau la esquina del bar de Joaquín; en la calle 149 y 21 lo que era la Colomba. Esa mansión era del señor Liberti y por los años 45, el presidente de River Plate traía a los jugadores para concentrarlos allí, hoy es la Escuela 501, de Educación Especial.
Siguiendo rumbo a la iglesia me encontraba con el salón de la Sociedad de Socorros Mutuos "La Esperanza", que había sido fundada en 1891, a pocos metros estaba el almacén de ramos generales de los Traverso, hoy Museo Histórico y Natural de Berazategui.
En la década del `30, era común ir por el barrio San Francisco y sentir las radios eléctricas puestas a todo volumen en la cocina y escuchar los tangos que cantaban Azucena Maizani, Carlos Gardel. En sus altas veredas se escuchaban los acordes de la guitarra de los hermanos Amado y hoy todavía, en cada esquina se intuye la figura de Labayeto, que cantaba a su querido barrio; se veía en sus calles de tierra al negro Lozano, con su carro de carnicero, con las gancheras llenas de carne, a los hermanos Bagge, con su camioncito, llevando pasto a Rigolleau para embalar la mercadería; también se veía pasar, los domingos, rumbo a la iglesia a los viejos cocheros, con sus "forcitos" llevando a religiosas como mi abuela.
Era todo un arrabal con estampas de tango.
Pasaron sesenta y cinco años de mi primera comunión. El Museo cumple sus ocho años manteniendo dentro suyo más de cien años de historia. Es un Museo alegre ya que en su corta vida, lo han visitado más de nueve mil chicos de colegios de la zona, conociendo así el origen de su ciudad.
Es el barrio de San Francisco.


domingo, 5 de abril de 2015

Los Barrios, por Claudio Buffevant

Compartimos con Ustedes otro relato de Don Claudio Buffevant, titulado "Los Barrios", publicado en "El Berazategui que viví III", editado por la Asociación Orígenes de Berazategui.

LOS BARRIOS

Desde la calle 14 hasta la 4 hoy 21 estaba el tambo de Domingo Bassaber, hoy allí está el Politécnico, al lado estaba la quinta de: Francisconi, Calcabrini, Vieiras y Lisiardelo, donde hoy está la cancha de los naranjas.
Otra quinta grande era de Porfiri, que estaba, más o menos de las calles 17 a 21, debajo de las quintas, para el lado del río vivían numerosas familias como: Panadero, Ramayito, Lulani, Pedro Pauli, Sisto, Frigerio alias Tarugo, Lembo alias Tocino, Vazquez, Molina, Coronel, Quico frente a la casa quinta de Valdivia, estaban los Blanco, la mayoría de estas familias eran pescadores de las redes de la costa, otros trabajaban en las quintas, la mayoría de ellos eran clientes de los hermanos Bolsi dueños de la famosa Rosada de la calle Mitre, donde hoy se encuentra un supermercado, como en ese tiempo las casas estaban alejadas unas de otras, quedaban baldíos en donde Domingo Bassaber sembraba alfalfa, me acuerdo que venía de Quilmes un hombre con un carro a comprarla, tenía una guadaña especial en forma de manojo, lo ataba con junco y lo tiraba hacia arriba del carro para llevarlo a Quilmes para venderlo a la Cochería Roverano para que verdiaran los lustrosos padrillos, que tiraban los antiguos coches fúnebres que en el `29 llevaron a mi padre.
Volviendo a los barrios, mi tío y primos tenían el tambo cerca de Valdivia, y Jacarandá, mi primo Atilio tenía una alforja hecha de arpillera con unas bolsas donde llevaba unas diez botellas de leche, con su caballo y esta carga hacía el reparto, ya que no se podía hacer con carro porque no había calles sino senderos que se hacían al andar, era tanta la familiaridad que tenía mi primo con esta gente que llegaba hasta la cocina, en una de esas casas vivía un matrimonio con un hijo, cuando llegaba Atilio con la botella, como era siempre a la misma hora se encontraba a la clienta dándole la teta a su hijo, que según mi primo parecía que tenía como cinco años, en esos tiempos los doctores como Mario Di Iorio o Federico Torres aconsejaban a las madres a dar de mamar a sus hijos hasta que se "secaran" por eso se veían muchas madres flacas con hijos gordos como el de este relato, aunque este tenía también otros vicios, la madre fumaba y cuando dejaba el pucho en la mesa el mamón le pegaba unos pitazos entre provechito y provechito.
En la mayoría de estas casas los chicos a los seis o siete años era de a caballo.