Hoy compartimos con Ustedes otro relato de Don Claudio Buffevant titulado "Prevenciones por la sudestada", publicado en su tercer libro "El Berazategui que viví III, donde se vivencia como eran las crecidas que sufrían con frecuencia quienes vivían cercanos a la costa del río de la Plata.
Prevenciones por la sudestada
El capataz, observando el viento, decía: “Mirá,
Rosendo, tengo que ir al pueblo, pero veo que está soplando el sudeste, ya está
el río tapando los albardones, perdió la bajante de las seis de la tarde y si
sigue este viento el repunte va a ser bravo, toma precauciones.
Primero descolgá la red de los palos, ponela en el
bote como para tirar un lance, pero el bote sacalo del agua y atalo al palenque
como si fuera el nochero, porque si la sudestada es brava no hay ancla que
aguante, también frená el molino para que no se descontrole con el viento. Hacé
abrir las tranqueras y que las aseguren para que no se cierren solas y así se
conviertan en una trampa para los animales”.
Mientras hacía estas recomendaciones veía como las
gaviotas y os cuervos volaban detrás del monte, casi a ras de tierra esquivando
el viento. Seguía diciéndole a Rosendo: “Mirá, si sigue la crecida va a inundar
la pesquería por el lado del campo porque es más bajo y sale el río por los
arroyos y zanjas; el problema es si el agua llega a los chiqueros. Te
recomiendo que a los lechones los cargues en un carretón y los lleves a tierra
firme, son muy buenos nadadores pero si es mucho lo que tienen que nadar se
degüellan con las pezuñas. Por la caballada no te preocupes que todos fueron
amansados y enseñados a nadar por el sapito Gabriel para tirar de la red. Por
los patos, gansos y pavos no hay problema, se van a arreglar solos, os dos
primeros son nadadores, y los pavos, que no lo son tanto, pasan la noche en lo
más alto de las plantas. El problema son las gallinas, salvá las que puedas y
acordate que cerca del cañadón, en el cardal se echaron dos cluecas batarazas
con 15 huevos cada una.
Todas estas recomendaciones son secundarias, si ves
que sigue creciendo, prepará dos carretones y cargá los changos y las mujeres. Mira
que no se vaya ninguno de a pie porque al estar el camino inundado se puede
caer en la zanja. Que nadie se quede en el rancherío. Que no pase como con la
crecida del 40, que murieron tres viejos costeros: Gauna, Don Esteban y
Balengo”.
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