Una mañana del ´40 en el centro
A las seis de la mañana, ya se sentía cuando
Lito Rodríguez levantaba la cortina de su carnicería, que estaba en 14 frente a
la vía, donde hoy se encuentra una perfumería. Temprano preparaban los pedidos
que había tomado el día anterior, con su repartidor, el negrito Ortalda, que
luego repartía a domicilio. También, a las 6, en Rigolleau, entraba el turno
que trabajaba de 6 a 14 hs, otro turno era de 14 a 22 y otro de 22 a 6 hs. A
las 7, entraban los que trabajaban de pito a pito. Se decía así porque a las 7
y a las 11, sonaba un pito que indicaba la entrada y la salida, y a la tarde
era a las 13 y a las 17; el pito era como una sirena.
Ya a las 8hs., el centro neurálgico de
Berazategui, la barrera, era un desfile de carros con materiales de construcción,
los lecheros que eran como veinte, agregándose los panaderos y almaceneros,
todos a domicilio. Los repartos de bebidas los hacía Elissalt; de cerveza en
barriles y en botellas, soda y bebidas sin alcohol. El repartidor Venancio, un
español muy buen hombre, hacía su trabajo con un carro más grande que los
comunes tirado por dos percherones. Recuerdo que en las mañanas de pleno
invierno, el agua que había en la calle se escarchaba y al tener herraduras,
los pobres percherones se caían y Don Venancio tenía que desatarlos para que
pudieran ser levantados. Así eran las heladas de esa época.
Los verduleros y fruteros, un capítulo aparte,
como Saverio, que con sus pregones tales como “un montón de zapallito por
dieche” o el de los fruteros: “duraznos a 40 el ciento”.
Como si no fuera bastante los vendedores que teníamos,
también que venían de Bernal los carros de la Panificadora Argentina, tirados
por mulas, todos ellos con buenos aperos. Los que disfrutaban eran los chicos,
quienes les sacaban las tachuelas para adornar los baleros.
Casi todos los repartos, se hacían a tracción a
sangre, por eso la Asociación Sarmiento Protectores de Animales puso un
bebedero frente a la casa quinta de los Stanfield, donde hoy se encuentra la
zapatería Wainmayer.
Claudio Buffevant, El Berazategui que viví II
(2003)
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