Que lo disfruten !!!
Camino a la costa de Pereyra
Salimos
un domingo a la mañana, con amansadora. Era el año treinta y nueve, íbamos con
destino a la pesquería de Pereyra, donde Atilio Draghi era encargado. Fuimos
por la 14 hasta Mitre, que todavía era de tierra. Pasamos por las quintas de
los Porfiri, por el boliche “La Rosada” de los Bolzi, donde paraban la mayoría
de los pescadores y por la casa de las familias Haymes y Magallanes cerca de
“La Chaqueña”, donde vivió la Dra. Julieta Lanteri. Con gran esfuerzo para el
petiso, pasamos las cuatro o cinco cuadras del arenal y llegamos al arroyo de
Plátanos, que en esos años era un espectáculo, con sus aguas limpias y su
monte.
Ya
en Hudson paramos en el boliche de la vasca Martina, para que descansara el
gateado. Seguimos, pasamos por lo de los Goñi, estaba cerca del matadero de
Chillan y allí fuimos a buscar achuras. Luego, unas cuantas quintas, una de las
últimas era de los Albanese. Ya en el camino del puente de hierro, seguimos el
paso hasta la costa, llegamos al almacén de César García. En ese momento
estaban las cuarenta quintas con su colegio en plena actividad. Al otro año
vino la creciente de mediados de abril e hizo un desastre rompiendo el tajamar
y de a poco las fueron abandonando. Fuimos a la orilla del río para ver si
estaba bajo y seguir por la playa, pero había crecido. No tuvimos más remedio
que ir por el bañado, por un camino precario, entre cañadones.
Según
estudios actuales estos bañados habían sido cangrejales como los de la bahía de
Samborombón. Ese camino también lo hacía Don Severo Lacava para llevar vino y del
otros artículos a la pesquería.
Era
notable la flora y la fauna -¡con tanto campo! - , pajonales, lagunas, zorros,
nutrias, ñandúes, venados machos jóvenes, que habían sido echados de la manada
por los machos adultos. Estos estaban en un monte cerca de la estación de
Pereyra, los jóvenes saltaban los alambrados y se criaban en el bañado. Cuando
adultos y en época de celo, volvían a la manada.
En
los montes de la costa había también gatos monteses. Era notable la cantidad de
yuyos medicinales y plantas como anacaguita, sarandí blanco y otros. También
habitaban toda clase de pájaros predominando el zorzal. El ave que más me
llamabala atención era la espátula tornasolada que siempre pasaba volando a ras
de agua a cuarenta metros río adentro. Nunca las vi posadas en la playa. Tenía
ese nombre por el parecido del pico con la herramienta que usaban los artesanos
frentistas de esos años.
Gozando
del viaje por lo que me daba la naturaleza, cruzamos un puente precario sobre
el arroyo El marinero muerto, así lo llamaban los viejos pescadores.
A su
orilla estaba la pesquería de los Pereyra, la más grande de la costa
bonaerense.
Claudio
Buffevant, El Berazategui que viví II
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